Comentario
CAPITULO IX
Prosíguese del Nuevo México y de las cosas
que en él se vieron
Después de haber estado en esta Provincia cuatro días y a poca distancia toparon otra que se llamaba la Provincia de los Tiguas, en la cual había 16 pueblos, en el uno de los cuales, llamado por nombre Poala, hallaron que habían muerto los indios a los dichos dos Padres Fray Francisco López y Fray Agustín, a quien iban a buscar, y juntamente a tres muchachos y un mestizo. Cuando los de este pueblo y sus convecinos vieron a los nuestros, remordiéndoles la propia conciencia y temiéndose que iban a castigarlos y tomar venganza de las muertes de los dichos Padres, no los osaron esperar, antes dejando sus casas desiertas, se subieron a las Sierras más cercanas, de donde nunca les pudieron hacer bajar, aunque lo procuraron con halagos y mañas. Ha-llaron en los pueblos y casas muchos mantenimientos y gran infinidad de gallinas de la tierra y muchas suertes de metales, y algunos que parecían muy buenos. No se pudo entender claramente qué tanta gente fuese la de esta Provincia, por causa de haberse, como ya dije, subido a la Sierra.
Habiendo hallado muertos a los que buscaban, entraron en consulta sobre si se volverían a la Nueva Vizcaya, de donde habían salido, o pasarían adelante, en lo cual hubo diversos pareceres. Pero como allí entendiesen que a la parte de Oriente de aquella Provincia y muy distante de allí, había grandes pueblos y ricos, hallándose allí tan cerca, acordó el dicho Capitán Antonio de Espejo, de consentimiento del Religioso ya dicho, llamado Fray Bernardino Beltrán, y de la mayor parte de sus soldados y compañeros, de proseguir con el descubrimiento hasta ver en qué paraba, para poder dar de ello noticia cierta y clara a Su Majestad como testigos de vista. Y así conformes, determinaron que, quedándose allí el Real, fuesen el Capitán con dos compañeros en demanda de su deseo, que lo pusieron por obra. Y a dos días de camino toparon con una Provincia donde vieron 31 pueblos, y en ellos mucha gente que a su parecer pasaba en número de cuarenta mil ánimas. Era tierra muy fértil y bastecida, cuyos confines están inmediatamente juntos con las tierras de Cibola, donde hay muchas vacas, de cuyos cueros se visten, y de algodón, siguiendo en la manera de gobierno el orden que guardan sus convecinos. Hay señales de muchas minas ricas, y así hallaban metales de ellas en algunas casas de los indios, los cuales tienen y adornan ídolos. Recibiéronlos de paz y diéronles de comer. Visto esto y la disposición de la tierra, se volvieron al Real de donde habían salido, a dar noticia a sus compañeros de todo lo sobredicho.
Llegados al Real, como está dicho, tuvieron noticia de otra Provincia llamada los Quires, que está el río del Norte arriba seis leguas de distancia, y como se partiesen para allá y llegasen a una legua de ella, les salieron a recibir de paz mucha cantidad de indios, y a rogar que se fuesen con ellos a sus pueblos; que como lo hiciesen, fueron muy bien recibidos y regalados. Vieron solamente cinco pueblos en esta Provincia, en los cuales había muy gran cantidad de gente, y la que ellos vieron pasaba de quince mil ánimas, y adoran ídolos, como sus vecinos. Hallaron en uno de estos pueblos una urraca en una jaula, como se usa en Castilla, y tirasoles como los que traen de la China pintadas en ellos el sol y la luna y muchas estrellas. Donde como tomasen la altura, se hallaron en 32 grados y medio debajo del Norte.
Salieron de esta Provincia, y caminando por el propio rumbo y a catorce leguas hallaron otra Provincia, llamada los Cumanes, donde vieron otros cinco pueblos, y el principal de ellos y más grande se llamaba Cia, que era tan grande, que tenía ocho plazas, cuyas casas eran encaladas y pintadas de colores, y mejores que las que habían visto en las Provincias atrás. Parecióles que la gente que vieron pasaban de veinte mil ánimas. Hicieron presente a los nuestros de muchas mantas curiosas y de cosas de comer muy bien guisadas, y juzgaron ser la gente muy curiosa y de mayor policía de cuanta hasta allí habían visto y de mejor gobierno. Mostráronles ricos metales y unas Sierras allí cerca de donde se sacaban. Aquí tuvieron noticia de otra Provincia que estaba hacia el Nordueste, que se determinaron de ir allá.
Como hubiesen andado como seis leguas, toparon con la dicha Provincia, que se llamaba de los Ameges, en la cual había siete pueblos bien grandes y en ellos a su entender más de treinta mil ánimas. Uno de estos siete pueblos dijeron es muy grande y hermoso, que le dejaron de ir a ver así por estar detrás de una Sierra como por temor de algún ruin suceso, si acaso se dividían los unos de los otros. Es gente al modo de la de la Provincia su vecina y tan abastada como ella y de tan buen gobierno.
A quince leguas de esta Provincia caminando siempre hacia el Poniente hallaron un pueblo grande llamado Acoma; era de más de seis mil ánimas, y estaba asentado sobre una peña alta que tenía más dé 50 estados de alto, no teniendo otra entrada sino por una escalera que estaba hecha en la propia peña, cosa que admiró mucho a los nuestros. Toda el agua que en el pueblo había era de cisternas.
Vinieron los principales de paz a ver a los españoles y trajéronles muchas mantas y gamuzas muy bien aderezadas y gran cantidad de bastimentos. Tienen sus sembrados dos leguas de allí y sacan el agua para regarlos. de un río pequeño que está cerca, en cuya ribera vieron muy grandes rosales, como los de acá de Castilla. Hay muchas Sierras con señales de metales, aunque no subieron a verlo por ser los indios de ellas muchos y muy belicosos. Estuvieron los nuestros en este lugar tres días, en uno de los cuales los naturales les hicieron baile muy solemne saliendo de él con galanos vestidos y con juegos muy ingeniosos, con que se holgaron en extremo.
Veinte y cuatro leguas de aquí hacia el Poniente dieron con una Provincia que se nombra en lengua de los naturales Zuny, y la llaman los españoles Cibola: hay en ella gran cantidad de indios: en la cual estuvo Francisco Vázquez Coronado y dejó muchas cruces puestas y otras señales de cristiandad que siempre se hallaban en pie. Hallaron así mismo tres indios cristianos, cuyos nombres eran Andrés de Cuyoacán, Gaspar de México y Antonio de Guadalajara, los cuales tenían ya casi olvidada su mesma lengua y sabían muy bien la de los naturales, aunque a pocas vueltas que les hablaron, se entendieron fácilmente; de quien supieron que sesenta jornadas de allí había una laguna o lago, muy grande, en cuyas riberas estaban muchos pueblos grandes y buenos, y que los naturales tenían mucho oro, de lo cual era indicio el traer todos brazaletes y orejeras de ello; y que como el sobredicho Francisco Vázquez Coronado tuviese noticia muy cierta de ello, había salido de esta Provincia de Cibola para ir allá y habiendo andado 12 jornadas, le faltó el agua y se determinó de volver, como lo hizo, con determinación de tornar otra vez más de propósito a ello, que después no
lo puso en ejecución porque la muerte le atajó los pasos y pensamientos.